Dentaduras postizas famosas
Dentaduras postizas famosas
La leyenda cuenta que Washington era un hombre tímido al que le costaba sonreír. Pero la realidad es que esa actitud se debía puramente a motivos estéticos provocados por la pérdida de su dentadura y a la más que posible halitosis como consecuencia de ser portador de prótesis completa maxilar y mandibular con defectuoso mantenimiento e higiene. ¡A saber cómo olía su aliento!
En Mount Vernon, Virginia, la casa paterna donde George Washington vivió con su esposa Martha, situada a orillas del río Potomac, se encuentra su sepultura. Allí se ha recreado un pequeño museo donde se guardan, entre gran cantidad de documentos escritos, las famosas dentaduras del primer presidente de los Estados Unidos.
A pesar de su legendaria fuerza física y constitución de hierro, G. Washington perdió todos sus dientes desde muy temprana edad. A los 24 años, Washington registró en su diario un pago de 5 chelines a un tal Dr. Watson, quien le extrajo uno de los dientes. Las cartas y las anotaciones en su diario harán referencia regular a los dientes doloridos, los dientes perdidos, las encías inflamadas, las dentaduras postizas mal ajustadas y una serie de otras miserias dentales. Los pagos a dentistas y la compra de cepillos de dientes, raspadores y limas de dentaduras postizas, medicinas para el dolor de muelas y soluciones de limpieza también están presentes regularmente en las comunicaciones de Washington a lo largo de su vida.
Se estima que una de las razones para la pérdida completa de su dentadura fue el uso de mercurio como medicación para el tratamiento de la malaria que padeció. Pero posiblemente padeciese también una Periodontitis crónica (piorrea).
¿Eran de madera las dentaduras postizas de George Washington?
Contrariamente a la mitología popular, las dentaduras postizas de George Washington no estaban hechas de madera.
Lo que se muestra en Mount Vernon son sus dentaduras completas o cuasi completas. La que usaba en 1789 cuando fue investido presidente, sólo tiene un espacio para el engarce del único diente que le quedaba en boca, un premolar.
Este último superviviente fue finalmente retirado por el Dr. John Greenwood en 1796 y Washington permitió que su dentista conservara este famoso diente como recuerdo. Greenwood finalmente hizo insertar el diente en una pequeña pantalla de vidrio que colgó de la cadena de su reloj.
Las dentaduras expuestas incluyen dientes de vaca, caballo, dientes tallados de marfil (posiblemente de hipopótamo o de elefante) y dientes humanos. En alguna de sus cartas familiares incluye la petición de que se le envíen, envueltos en tela y dentro de su siguiente correspondencia, un conjunto de sus propios dientes extraídos que guardaba en un cajón de su despacho, para entregárselos a su dentista, Dr. Jean-Pierre Le Mayeur, un militar francés que viajaba con Washington en sus campañas militares. «En un cajón del armario del escritorio que se encuentra en mi estudio, encontrará dos pequeños dientes (delanteros); les ruego que los envuelvan con cuidado y los envíen incluidos [sic] en la próxima carta que me envíen. Seguro los dejé ahí, o en el cajón secreto de la taquilla del mismo escritorio «.
Otros dientes de origen humano de sus prótesis fueron comprados, como se recoge en uno de los libros de cuentas de Washington: entrada que detalla la compra de nueve dientes por parte de Washington a «negros» por 122 chelines.
Los dientes no eran de madera ni estaban imbuidos en madera, sino en estructuras metálicas de latón, plomo, estaño y plata. Esta suposición parece consecuencia del defectuoso estado de conservación de las dentaduras. Los dientes iban absorbiendo colorantes de la alimentación y el vino de la mesa de George Washington y se iban oscureciendo y adquiriendo un aspecto de madera vieja.
¿Cómo estaban diseñadas las prótesis?
Los dientes inferiores se acoplaban en un arco curvo y se asentaban en el reborde de la encía mandibular, siguiendo supuestamente su anatomía. Sin embargo, la dentadura superior se alineaba en plano, y se mantenía pegada al paladar mediante sólidos muelles de plata. Dichos resortes eran tan rígidos que G. Washington tendría que hacer un denodado esfuerzo por cerrar la boca. Ese mohín forzado de cierre y sellado labial le confería un aspecto ridículo, que se puede apreciar en sus últimos retratos. Instaba a su dentista en una carta de 1797 al Dr. John Greenwood , “mis dentaduras ya demasiado anchas y demasiado proyectadas para las partes sobre las que descansan; lo que hace que tanto el labio superior como el inferior se abulten, como si estuvieran hinchados «.
Lo que resulta fácil de imaginar es que el aliento del militar no sería demasiado agradable. La gente alrededor mantendría una respetuosa distancia, lo cual dotaría al general de un mayor aspecto de superioridad moral. Nadie supuso que era por su mal aliento.
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